miércoles, julio 4

 

Gracias Gil !!!


El sábado fuimos con César al cumple de la Luisa, una amiga de la universidad. Estuvo entrete, en especial porque llegaron compañeros que de hace tiempo no veía y que por cosas de la vida, las relaciones no estaban en su mejor momento. Resultó ser, que se dio una conversación entretenida, como las de antes, (no sin que desapareciera, eso si, esa muralla que se creó y que parece infranqueable).

Desde aprox. la 1 am que César me estaba cateteando para irnos, él se había levantado muy temprano porque le tocó trabajar y se moría de sueño. Pero yo estaba tan entretenida que alargue el momento lo más que pude, hasta que a las 3 coincidimos en que era hora de irse.

Íbamos por Nonato Coo de Norte a Sur… pasamos por la calle que da a mi antigua casa y pensé que podríamos tomar esa dirección para acortar camino, pero no lo comenté porque a César le gustan los caminos directos… me quedé en silencio (fomentado más que nada porque de verdad hubiera preferido quedarme un rato más en el cumpleaños).

Y crash!!... Nonato Coo con San Hugo. Una enorme camioneta Chevrolet Luv nos impacto prácticamente en 90 grados en el lado del copiloto (mi lado). Como había una espesa neblina, no vi la camioneta, solo sentí el impacto. Me sorprendí después que paso todo, en como en los segundos que duró el impacto pensé en tantas cosas; primero mis piernas, instintivo fue correrlas hacia el lado de César, aunque él con su reflejo de chofer de formula uno, había visto a la camioneta en su vista panorámica (que no tienen las mujeres y que por eso nunca podré tener los reflejos que tiene él) alcanzó a abrir un poco la dirección del auto y el choque no tuvo su centro en mi puerta, si no que en el pilar del armazón, que gracias a la posición en que siempre uso mi asiento, el respaldo de este detuvo el avance del pilar que se trabó con el asiento.

Bueno, pensé en mis piernas, (en mis largas y hermosas piernas), cuando sentí que el impacto era más grave pensé ya en todo mi cuerpo, porque creí que la camioneta llegaría más profundo. Y pensé, (increíblemente), en que algo me faltaba. Algo por hacer o vivir….

Y, afortunadamente, gracias a los reflejos de mi chofer estrella, a la posición del asiento por la que todos reclamaban y cambiaban cuando usaban mi asiento - y que yo volvía a su lugar-, al cinturón de seguridad, a que íbamos muy lento por la neblina y al Gabino y a la Martita que interceden por mi ante Dios a cada rato, solo quede con un par de moretones (moretonotototes) en mis piernitas a pesar de que fue una colisión (ambos autos estaban en movimiento) bastante grave.

Y César, que gracias a Dios no le pasó nada, quedó sin su tortuguita por un mes, así que obligao a viajar en metro, debutando en la línea 4, y dejando al furgón escolar de la pega fuera de servicio por un rato gracias a un gil que se pasó un ceda el paso.


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