domingo, febrero 5

 

La Luz y la Pauli.... (La Ashlee y la Cristi)

Las conocí hace como 9 años, cuando participe en “colonias urbanas”. Eran dos chiquillas sucias y chasconas, que conquistaron mi corazón en una semana, en especial la Luz, de 8 años en aquel entonces, que estaba en el grupo de niños (por la edad) que me tocaba cuidar. Estuvimos un año en una supuesta preparación para trabajar de manera óptima con los niños, y al final, el 80 % de los monitores que participaron no tenían más de un mes en las colonias. Yo, que participe todo ese año, (en el grupo estaba mi enamorado de turno), el primer día no me acercaba mucho a los niños, nunca he sido muy demostrativa de afecto y menos iba a andar repartiendo besos entre niños piojentos y sucios (se nota que me sirvió haaaarto ese año de preparación). Pero es inevitable no entregar amor a esos niños sedientos de cariño, que te toman la mano por que si, que te abrazan y besan a cada rato, que sonríen tan expresivo.
Mi grupo de niños estaba compuesto por niños cuyas edades fluctuaban entre los 8 y 9 años, pero al final de la semana los conoces a todos, como a mi tocaya de dos años, perteneciente a otro grupo, con quien iba a tomar helados arrancándonos un ratito del lugar habilitado en la parroquia para trabajar con los niños. O la misma Pauli, que tenía 11 o 12 años, hermana de la Luz y del chino, de unos 15 años tal vez. O la Maria, o la Yohana…o tantos.
El último día de campamento fue sumamente triste, como todos los días jugamos al cartero, y cada uno escribía cartas a quien quisiera que después un cartero repartía. “Tía, me escribe una carta para el tío Toño”, me pidió la Luz, que no sabia ni leer ni escribir, (no iba al colegio tampoco), “¿y como se llama ese tío gordito?...Javier… a ya, me escribe una también pa’l el tío Javier?”
Cuando todos tenían sus cartas listas ese día viernes, (yo escribí como 100 cartas para diferentes tíos, de diferentes niños en las mismas condiciones de la Luz), nos sentamos todos en el suelo, amontonados, abrazados (yo llena de piojos… para lo que me importaba ya). Y el cartero repartía las cartas: “esta carta es para la tía Claudia de Isabel… para la tía Claudia de Pauli… para la tía Claudia de Luz”… para la tía Claudia de tanta gente, cartas tan lindas, tan simples, tan del corazón. Recuerdo que leí una carta que decía que yo era la tía más linda del mundo, que nunca me olvidaría, que me daba su amor incondicional para siempre, que yo la había echo sentir especial, toda la carta escrita con una letra tan mal echa, llena de dibujos en donde estábamos todos, y algo se quebró en mi y me dio tanta pena la situación, el que se tuvieran que ir, la realidad en que vivían, lo que sufrían, lo que iba a sufrir yo, porque ya los quería a todos y no los iba a ver más, y el corazón se me encogió, se me apretó y me tuve que parar y me fui a mi sala y lloré, pero al ratito llegaron mis niños buscándome, tuve que escapar al baño, en donde me encerré y seguí llorando con tanta tanta pena, que los niños se preocuparon y fueron donde le tío Javier (el gordito), y le dijeron “Tío, la tía Claudia esta llorando”. Javier fue y me pidió que abriera la puerta del baño, pero yo no tenia fuerzas, estaba como derrumbada, demasiado triste como para hablarlo. Me insistió tanto que le abrí, entro y me abrazo fuerte, me dijo que tenia que ser fuerte, que los niños se merecían que yo estuviera a la altura de la situación, que me calmara e hiciera mis ultimas labores como tía, que les demostrara cuanto los quería estando con ellos, abrazándolos, sonriéndoles, no llorando en un baño, y mire hacia la puerta del baño en donde habían como 5 cabecitas asomadas, con cara de pena por su tía llorona, alomejor ellos pensaban que era hasta su culpa, así que me seque las lagrimas y pude seguir compartiendo con todos. Al despedirnos, les di mi teléfono a varios, igual vivian todos cerca, así que todos podrían tenerlo.
Han pasado nueve años, y la Luz y la Pauli todavía me llaman. El viernes vinieron a almorzar, la Luz ya de 17 años y la Pauli de 19. No llegaron solas, cada una venía con su bebe, la Ashlee y la Cristina, respectivamente. Cuando las vi pensé que no habían crecido nada, las mismas niñas... durante la tarde me fije incluso que tenían la misma sonrisa. La Luz, mi Luz, sigue siendo una niña, al amparo de su hermana. Me contó que tiene dos meses de embarazo de su segundo hijo. Dios mío!!, fue lo único que se cruzó en mi cabeza, tiene solo 17 años, con cuerpo y sonrisa de 9. Y lo peor (o lo mejor) es que ya no esta con su pareja, “tía, se vacilaba toda la plata” me contó. La Pauli, un poco más madura, vive sola con su marido (pareja, pero ya es como lo mismo, me contó). Ella vende cigarros sueltos en su casa (departamento Serviu), una o dos cajetillas cuando tiene plata, la Luz vive con sus papas y vende fósforos casa a casa, y desde hace poco vivía también con ellos el chino (su hermano) con su pareja (la Isabel, la de la hermosa carta de despedida) y su bebe, y hace unos días, la Yohana, porque su marido le pegaba y ella tuvo que arrancar con su hijo, (la solidaridad le sobra a la gente más humilde). Después que terminaron de hablar yo ya había perdido la cuenta de cuanta guagua había en sus familias y amistades.
Antes de que se fueran, mi mama les regalo todo cuanto pudo, hasta una bandeja de huevo les regalo y mi hermana les regalo toda la ropa que tenia apartada para vender en la feria (ropa buenisima, mucha sin uso, que la gente en la feria se pelea). Es su manera de expresar su pena, por ese destino tan distinto al nuestro, pero no por eso más triste, porque había que ver la cara de las chiquillas cuando sus hijas estaban agarradas del moño para saber que son felices, a su manera, pero de todas maneras felices y muy agradecidas de lo que tienen.
“Chao tía Claudia, gracias…chao chiquillas, cuídense harto, llámenme… gracias tía, cuidese”. Y me miraron, con la misma sonrisa de hace 8 años, tan linda, tan sincera.

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